lunes, 28 de octubre de 2013

ANÁLISIS HISTÓRICO SOBRE EL “GUERNIKA” DE PABLO PICASSO


En 1973, el año en que murió Pablo Picasso, se publicó en el National Review un artículo de Lawrence Nevins, un profesor universitario que afirmaba que si el pintor no hubiera realizado el Guernika, haría mucho tiempo que el suceso hubiera sido olvidado. Lo cierto es que Picasso muere sin que se haya solucionado el revuelo ya levantado el año de su ejecución, 1937. Polémicas en torno al bombardeo, a la obra, su simbología y al lugar donde debía estar. Y numerosas maniobras por parte de bandos interesados porque no levante más revuelo del ya formado ni más daño del ya infligido.
Un punto de inflexión es 1969. Hasta entonces -y más allá de la muerte del artista-, la bibliografía se muestra confusa, y los autores así lo manifiestan. Ya sea por ignorancia, por encubrimiento de ciertas entidades, lo cierto es que treinta años después de la masacre aún se duda sobre quién fue el responsable del atentado contra el pueblo vasco. En 1962, James Cleugh responsabilizará a los jefes republicanos, que en su huída habían incendiado la ciudad (por lo que no habrían sido las bombas) Asegura que las mujeres de las pinturas de Picasso asomadas a las ventanas responderían a dicho incendio. En lo que coinciden todos estos ensayos es en la indecisión, decía, al no poder cargar el peso del crimen sobre alguien en concreto. Esto se manifiesta en el de Cleugh, que también habla de cierta responsabilidad nacionalista, sin adjudicarle el papel principal (se culpabilizó durante mucho tiempo a los mineros asturianos e incluso a tropas italianas), puesto que todos los habitantes de Guernica estarían en refugios. Este dato es trascendente, porque se trata del primer libro que pasa la censura en España acusando a los nacionales.
Junto con el de Cleugh, otros pasan la censura en los años inmediatamente posteriores. Así, en el 65, ve la luz el libro de Hugh Thomas, que grosso modo, trata de esbozar nuevos culpables, achacando el crimen por primera vez a una escuadrilla alemana -a la que sin embargo no da nombre-. Tampoco aporta fuente alguna al hablar del número de víctimas, que estima en inferior a doscientas. Igual que vacila Thomas, también lo harán Carlos Seco Serrano y Georges - Roux.
Mientras tanto, Picasso guarda silencio. Eso era tarea de historiadores. Por lo que él se limitaría a escuchar mientras que no se chocara con su deseo expreso de trasladar el cuadro a Madrid. A pesar del gran éxito del que goza la obra también entonces, las críticas hacia su calidad se contraponen, del mismo modo que ocurre con el número de víctimas o con el responsable de los hechos. Dos son las líneas generales: los que opinan, como en el caso de H. G. Dahms, que la pintura ha alcanzado notabilidad debido al hecho histórico (que en realidad fue muy desvirtuado por los medios), y los que, como Brian Crozier, afirman que si el hecho se ha desvirtuado es debido al terror que inspira la que considera la obra maestra de Picasso. Un año más tarde, en “The Times” llega a comentar lo siguiente: “Ironía de la historia, la pintura de Picasso conmemora probablemente un acontecimiento que no tuvo lugar”, basándose en la tergiversación de un testimonio de un tal vicemariscal de las fuerzas aéreas francesas, que nunca llega a decir tal cosa. Gil Mugarza afirma algo parecido: “el bombardeo (…) alcanzó relieve mundial más por el célebre cuadro de Picasso que por el efecto destructivo de las bombas”.
Quien no puede guardar silencio al respecto es el gobierno de la nación, debido a la brecha que ha surgido con el País Vasco y cuyo punto culminante fue el célebre bombardeo. En 1969, se lleva a cabo una campaña de propaganda para que el cuadro vuelva a Madrid, alegando una falsa unión de gentes al afirmar que el Guernika fue realizado para el conjunto del pueblo español. Es entonces cuando el abogado de Picasso se pronuncia advirtiendo que el cuadro descansará en España cuando gobierne la república. Es a ella a quien ha dedicado la obra y a la que ha destinado el dinero por su ejecución. Florentino Pérez Embid, director general de Bellas Artes le ofrece un puesto de honor en el, por entonces en construcción, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Picasso ya no vuelve a decir nada. La idea ha quedado clara. El gobierno, derrotado por tanto, tratará de seguir con su objetivo vasco con otros medios (la condena a muerte de Antonio Arrizabalga, por ejemplo, la conmutan por treinta años de cárcel).
Por otro lado, no se arroja más luz ni sobre el cuadro, gracias a estudios como el de Carlos Rojas, ni sobre el hecho en sí. Para tratar de poner en orden los diferentes estudios, se nombra a Ricardo de la Cierva director al frente de la llamada “Sección de Estudios sobre la Guerra de España”. De la Cierva trata de pacificar todos los frentes apuntando un día una hipótesis y rebatiéndola al siguiente. Tratando de conseguir el cuadro uno y fracasando al otro. El resultado: el desprestigio por parte de sus compañeros contemporáneos. En lo que se considera en la época uno de sus pocos aciertos es en la publicación de un ensayo del neofranquista Vicente Talón, uno de los primeros que afirma con rotundidad que el responsable fue la Legión Cóndor (aunque sus hipótesis no esconden un notorio encubrimiento de la causa nacionalista). No obstante, de la Cierva vuelve a fastidiarla con la negación de las hipótesis de Talón un año más tarde, reabriendo de nuevo el debate por el cuadro en lo que vendría a ser una nueva vuelta de tuerca. Afirma en esta ocasión que a pesar de la calidad del cuadro, el desastre del Guernika no fue más que una exageración si se compara con el desastre de Durango (que no habría recibido tanta propaganda). En cualquier caso, Picasso en España sigue siendo objeto de numerosos análisis y estudios de arte, y su obra no cesa de ilustrar los ensayos que de la guerra civil se van publicando, como el de Bernardo Gil Mugarza, el enésimo de Ricardo de la Cierva, que llega a hablar de una responsabilidad de las tropas italianas para volver a los rojos una vez más.
En medio de toda esta polémica, Picasso muere sin ver el cuadro en suelo español, donde se traerá una vez restaurada la democracia. Ni tampoco llega a oir al embajador alemán asumiendo la paternidad del bombardeo a la Legión Cóndor. Cuando muere Picasso, el cuadro todavía se custodia en Nueva York. Pero lo trascendente de todo este asunto, que me permite regresar a las primeras líneas de este análisis es que gracias al cuadro se pudo levantar toda la polvareda que le siguió. De lo que Nevins se quejaba era de esa latencia, que solo el arte puede mostrar, prueba es que aún hoy se percibe. Sin el Guernika todo habría desaparecido. Lástima, concluyo, que no existan mas Guernikas.


                                                                                                         Antonio Carrasco Sabroso 2º A3
BIBLIOGRAFÍA


  • Southworth, H. R. (1977): La destrucción de Guernica: periodismo, diplomacia, propaganda e historia. Madrid. Ed. Ruedo Ibérico.

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