lunes, 28 de octubre de 2013

INTRODUCCIÓN AL SPAGHETTI WESTERN (I): ACERCA DEL OCASO DEL WESTERN HOLLYWOODYENSE Y EL PANORAMA ITALIANO EN LOS SESENTA

En una crítica de la prestigiosa escritora estadounidense, Pauline Kael, se adivinaba el estado del western norteamericano en los primeros años de la década de los 60: “si ahora tememos ir a ver un “gran” western es porque “grande” ha llegado a significar lento y pictóricamente sereno. Nos acunan hasta dormirnos con el “afectuoso”, “puro”, “auténtico” escenario del Oeste, o para variar, nos aporrean con mensajes en los westerns “maduros”. Esa denuncia del estatismo que dominaba el género hacía referencia a obras que, sin embargo, llegarían a ser obras maestras como “El hombre que mató a Liberty Valance” (John Ford, 1962), por poner un ejemplo de obra incomprendida en su momento. Pero tras el visionado de esta película, uno no puede sino darse cuenta de la transformación del género, del desencanto que había adquirido hasta mutar por completo un código hasta entonces reconocible y muy disfrutado por el público. La épica había desaparecido, y ahí es donde tenemos que dar la razón a Kael. Atrás quedaron los tiempos de “Cimarrón” (Wesley Ruggles, 1931) o “La diligencia” (John Ford, 1939). Incluso películas más recientes como “Raíces profundas” (George Stevens, 1953) o “El hombre de las pistolas de oro” (Edward Dmytryck, 1959). No solo el western, los diferentes géneros y subgéneros cinematográficos estaban modificando sus reglas, pero no todos lo soportaban igual de bien. El western era propiamente escapista, y las dosis pesimistas con que lo impregnaban, no calaban bien entre los espectadores, que veían caer a sus grandes héroes del pasado. Como si se dieran cuenta realmente de quiénes eran. “los mitos en los que de todos modos nunca creímos eran falsos” terminaba diciendo Kael.

(fotograma de "La diligencia", 1939)

   La industria de Hollywood no era inmune a estos cambios, y en esa crisis en favor de la televisión, reduce la financiación de un 34% en 1950 a un 9% en 1963. El género que había llenado sus arcas ya no era pasatiempo favorito como en décadas anteriores. El público se queda en casa abrazando seriales y concursos de televisión, mientras las pantallas de cine se quedan vacías.

   ¿Cómo entender entonces que a principios de los sesenta, Leone pensase que en el western había encontrado un gran filón para explotar? Todo a su tiempo. En cualquier caso, hablamos de una de las cinematografías más perjudicadas por entonces. 1963 registraba las peores cifras del cine italiano. Una industria influyente y de las más respetadas del panorama mundial. Su mejor baza hasta entonces, el peplum, estaba pasada de rosca, y con cada película que se estrenaba, mayores muestras de agotamiento mostraba. Esto no quita para que muchos directores aún pudieran vivir de sus beneficios, (tanto es así, que hasta que comenzó a rodar “Por un puñado de dólares”, Leone llevaba dieciocho meses de descanso, viviendo de lo recaudado por “Sodoma y Gomorra”).

   El cine italiano en 1963, según narra Georges Sadoul se dividía en tres estratos: en un primer puesto se encontraban los tres grandes autores, como eran Federico Fellini, Michelangelo Antonioni y Luchino Visconti. Sus creaciones traspasaban fronteras (Fellini tenía ya dos Oscars de la Academia, y los tres habían ganado a principios de los 60 la Palma de Oro en Cannes) y daban la mejor imagen de lo que Italia era capaz de producir. Por debajo había multitud de autores, con ciertas pretensiones, muchos de ellos ciertamente efectivos, pero que no llegaron nunca al nivel de los tres antes nombrados. En este sentido, Sadoul se equivoca, al apartar del podium a artistas tan importantes como Pier Paolo Passolini, Mario Monicelli, o Vittorio de Sica (el cual llevaba triunfando dos décadas tanto en la realización como en la interpretación). El cine popular del que hablaba al principio entraría en el tercer estrato, junto con la comedia meridional, que durante esta época funciona bien en taquilla. También llamada “comedia del milagro” aborda el contraste entre las dos Italias del momento: la rural (víctima de la pobreza, la superchería y la religión, cuyos personajes sobreviven a base de picardía) y la del “milagro económico” de donde toma nombre el subgénero. Mucho más industrializada, experimenta en esta época la inmigración del mundo rural. Será este choque, bien explotado por la comedia, el responsable del gran éxito. Producciones modestas, pero muy agradecidas para los bolsillos de los magnates.


(fotograma de “Il sorpasso” de Dino Risi, 1962. “Comedia del milagro” italiana)

   Como se puede comprobar, siendo este el panorama donde se instalaría, nada hacía presagiar el éxito del western en los estudios de Cinecittà. En mitad de tanto neorrealismo trufado de comedia y drama, la futura y exitosa presencia y correrías de los deformados vaqueros norteamericanos. Y es que hay un insospechado caldo de cultivo que no tarda en calar tanto allí como en España, y procedente del lugar más insospechado: Alemania. Y todo gracias a la figura de Winnetou.


Antonio Carrasco Sabroso 2º A3

Bibliografía:


  • Sadoul, G. (1998) Historia del cine mundial desde los orígenes. Madrid. Ed. siglo veintiuno.
  • Frayling, C. (2000) Algo que ver con la muerte. Sergio Leone. Madrid. T&B Editores

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