domingo, 8 de diciembre de 2013

EL EURO-WESTERN POLÍTICO: YO SOY LA REVOLUCIÓN.

El western es un magnífico contenedor en el que puede caber una infinidad de cosas: de la tragedia griega y el drama shakesperiano hasta la psicología, absolutamente todo

Con estas palabras, el director italiano Franco Giraldi, principalmente conocido por ser el asistente de dirección de Sergio Leone o Sergio Corbucci, además de llevar a buen puerto magníficos films como Siete pistolas para los Mcgregor (1965), esclarecía la versatilidad del género poniendo de manifiesto sus infinitas posibilidades. Y es que algunos directores, entre los que destaca Sergio Sollima, dejaron patente la veracidad de esta afirmación al establecer una relación directa entre western y política. Pero, ¿qué influyo en la gestación de este “subgénero” dentro del spaghetti western?. Aquí hay que mencionar la figura de Franco Solinas, guionista de La Batalla de Argel (1965). Tras su espléndido trabajo en este drama bélico que pretende ser un símbolo del antifascismo, el director italiano Damiano Damiani le ofrece el guión de Yo soy la revolución (1966); film en el que se ahonda plenamente en conceptos tan marxistas como la lucha de clases. 

Cartel de Yo soy la revolución, 1966
Sin embargo, hay que tener en cuenta lo que decía Damiani a propósito de Yo soy la revolución en 1966: “no es un western. La ignorancia de los críticos es tan profunda que cuando ven una persona a caballo piensan que la película es del Oeste. […] El western pertenece a la cultura protestante norteamericana. […] Al sur del Río Grande no hay West, está México que es otra cosa”. En cualquier caso, más allá de que la nomenclatura sea o no la correcta, el cartel de propio film, integrado por grandes figuras del western como Gian Maria Volonté o Ennio Morricone en el apartado musical, parece disipar toda duda.

Con una clara influencia de ¡Viva Zapata! (1952), el argumento gira en torno a la banda de El Chuco, al que da vida Gian Maria Volonté. Ésta se dedica a asaltar trenes con el objetivo de vender las armas obtenidas a los revolucionarios mexicanos. En uno de estos atracos se encontrarán a un americano interpretado por Lou Castel con el que El Chucho entablará una extraña amistad. Más allá del argumento, lo realmente interesante es el mensaje político que desprende a través de una narración perfectamente construida. Un buen ejemplo es el momento en que don Felipe, terrateniente interpretado por Andrea Checchi, es asesinado por el propio pueblo: -¿Así que queréis matarme sólo porque soy rico?. -No, señor. Porque nosotros somos pobres y usted ha hecho todo lo posible para que siguiéramos así”. Otro caso es el de Klaus Kinski, que interpreta un extraño sacerdote que cree que la revolución es obra de Dios: "¡Dios murió entre dos bandidos! Dios está con los pobres y los oprimidos, y si eres un buen cura, ¡debes saberlo!.

Escena de Yo soy la revolución, 1966

Este y otros diálogos del film ponen claramente de manifiesto el intento del guionista Franco Solinas por situar la lucha de clases en el contexto de la revolución mexicana. Con esta película Damiani introduce un subgénero en el spaghetti western; subgénero que toma como marco cronológico la revolución mexicana y donde las ideas políticas están siempre presentes. Siguiendo este modelo, se han realizado películas como Tepepa (1968), que por su similitud a Yo soy la revolución ha sido atribuida al propio Solinas (el guión fue realizado por Ivan Della Mea). Sin embargo, el mayor exponente de este subgénero será Sergio Sollima. Si bien de forma cuantitativa la aportación de Sollima al euro-western no puede compararse a la de otros directores, no es menos cierto que sus films pueden estar entre los de mayor calidad del género, lo que le ha permitido ganarse un hueco entre los grandes del western italiano. Fundamentalmente hay tres películas que necesariamente hay que mencionar a la hora de abordar este subgénero: El halcón y la presa (La resa dei conti, 1966), Cara a cara (Faccia a faccia, 1967) y Corre, Cuchillo, corre (Corri, Uomo, corri, 1968). Estos tres largometrajes, junto a un breve análisis de la figura de Sergio Sollima en el spaghetti western, serán objeto de una próxima entrada. 

BIBLIOGRAFÍA:
  • Curti, Roberto. "Pan y dinamita. El eurowestern político", Nosferatu 41-42, 2002, pp 53-61.
  • Navarro, Antonio José. "Sergio Sollima. Un aventurero del Oeste", Nosferatu 41-42, 2002, pp 155-166.

Mario Bañón Lorente 2ºA3

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